Últimamente en el mundo cervecero se ha hablado mucho de las demandas que ha puesto la cervecera Craft escocesa Brewdog a dos pubs del Reino Unido por usar palabras que la marca consideraba “suyas”. Por ejemplo, a uno llamado Draft Punk, y a otro llamado Lone Wolf. Lo curioso es que venga de parte de los mismos que contestaron a otra demanda judicial cambiándose legalmente los nombres a Elvis para demostrar que la propiedad de un nombre tan genérico es difícil de defender con pleitos (juicio que además, actualizamos, han perdido).
Pero no hay que irse tan lejos para encontrar un ejemplo de litigio similar. Hace sólo un par de años que el Tribunal Superior de Justicia de Madrid dio la razón a la empresa Mahou-San Miguel frente a la iglesia por el uso de la marca “Mezquita de Córdoba”. Curiosamente, pese a esto esta cerveza ha sido sustituida del catálogo por la “Alhambra Reserva Roja”. ¿Tendrá algo que ver?
Otro de los casos más conocidos es el de la cerveza americana propiedad de Anheuser-Busch InBev, Budweisser, un nombre de cerveza cuyo origen europeo ha llevado a tener múltiples litigios con otra marca checa: Budějovický Budvar, que tiene una cerveza de igual nombre. En muchos casos, estos conflictos acaban haciendo que la misma cerveza tenga un nombre en unos países y otro en otros (como es el caso de la cerveza belga Bush, que por no discutir con la multinacional anteriormente mencionada, bautizó fuera de sus fronteras su cerveza como Scaldis)
Y sin dejar de lado a AB-Inbev, estos fueron condenados hace dos años a indemnizar a sus consumidores por hacerles creer que tras la adquisición de Beck’s por la compañía (y con la producción elaborada en su planta de St. Louis) esta seguía siendo una cerveza alemana. ¡Ojo al dato, que como este hay muchos casos!
Pero no todo es discusión sobre nombres (aunque con el creciente auge del mundo cervecero artesano y un vocabulario bastante temático y no infinito, el número de demandas crece) u orígenes. Muchas veces también hay juicios por el contenido o por la propia empresa.
Para ilustrar estos ejemplos, nos quedamos con dos casos de Estrella Damm. El primero, en el que tuvo que indemnizar por negligencia a la familia de un consumidor que falleció por beber una botella de su cerveza. Y el segundo, en el que fueron investigados (pero no juzgados, ya que antes llegaron a un acuerdo y pagaron supuestamente 90 millones de euros) por fraude y blanqueo.
Y, por acabar la entrada de hoy con una nota más divertida (la semana que viene continuaremos con otras demandas y batallas legales en la segunda parte), también puede pasar que si compras una caja de cerveza para beber con los amigos y a uno le toque un coche como premio en una cerveza, acabéis yendo a juicio y peleando por una quinta parte del mismo.
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