Cuando llega el último día del mes de abril, en muchas partes de Europa (especialmente en Alemania) se celebra la Noche de Walpurgis, una festividad ancestral en la que se encendían hogueras para ahuyentar a los malos espíritus y dar la bienvenida a la luz, la fertilidad y la llegada del verano… Es una noche que combina brujas, fiesta y fuego, muy en la línea de Halloween, pero con menos disfraces, más hogueras como las de San Juan y cierto aroma a primavera.
En medio de esa transición estacional, aparece una cerveza que encaja perfectamente con la temática: la Maibock. Como su nombre indica, la Maibock es la Bock de mayo, una cerveza fuerte y maltosa, pero más clara y refrescante que sus hermanas invernales. Tradicionalmente se elaboraba en invierno y se guardaba para ser servida con la llegada de la primavera, coincidiendo con las celebraciones de Walpurgisnacht y el inicio del mes de mayo.
Este estilo no solo es un puente entre estaciones, también lo es entre ritual y celebración. Su perfil maltoso, su color dorado intenso y su potencia alcohólica (sin ser abrumadora) la hacen ideal para noches templadas al aire libre, donde el fuego todavía es necesario, pero el frío ya no domina.
Aunque no lleva especias ni calabaza, la Maibock comparte con muchas cervezas estacionales (como las Märzen o las Pumpkin Ale) ese carácter festivo y simbólico. Es una cerveza de transición, de umbral… En Múnich, era tradición que las cervecerías bávaras anunciaran el primer barril de Maibock a finales de abril con música, tambores y un ritual festivo. El comienzo de mayo no solo traía flores, ¡también traía cerveza nueva!
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Reflexiones a la luz de las velas (Cerveza en mano)
Anoche, mientras el apagón nos dejaba a oscuras y nos obligaba a confiar más que nunca en nuestra reserva de cervezas de temperatura in crescendo, no pudimos evitar pensar en otro evento histórico relacionado con la cerveza... pero lamentablemente mucho más dramático: el London Beer Flood de 1814.
Para quienes no estén familiarizados, pese a que ya os lo contamos aquí en la web, en aquel entonces una cervecería en Tottenham Court Road almacenaba miles de miles de litros de cerveza en enormes toneles de madera. El 17 de octubre, uno de estos recipientes reventó, provocando un efecto dominó que liberó más de un millón de litros de cerveza en las calles de Londres. Sí, un literal tsunami de cerveza. Las casas se inundaron, los pubs (ironías de la vida) se vieron desbordados y, lamentablemente, hubo varias víctimas.
Anoche, en pleno apagón, mientras en las terrazas la gente aprovechaba el buen tiempo ultimando las reservas de cerveza fría de los bares y nosotros buscábamos linternas con una mano y latas de cerveza con la otra, se nos ocurrió: menos mal que nuestros problemas con la cerveza no son tan graves como en 1814. Aquí, lo peor que pasó fue tener que beber a la luz de las velas, como en una cita improvisada con amigos y vecinos. Sin electricidad, como en el siglo XIX, pero con cerveza. ¿Qué más se puede pedir?
Quizás el apagón no fue más que un recordatorio moderno de lo frágiles que son nuestras rutinas... y de lo importante que es siempre tener una buena cerveza a mano. Así como en 1814 la cerveza salió de los toneles para conquistar las calles, anoche la cerveza salió de nuestras neveras para conquistar la oscuridad y darnos un momento de calma y humanidad… Moraleja: puede fallar la luz, puede fallar internet, pero que nunca falte la cerveza.
Para quienes no estén familiarizados, pese a que ya os lo contamos aquí en la web, en aquel entonces una cervecería en Tottenham Court Road almacenaba miles de miles de litros de cerveza en enormes toneles de madera. El 17 de octubre, uno de estos recipientes reventó, provocando un efecto dominó que liberó más de un millón de litros de cerveza en las calles de Londres. Sí, un literal tsunami de cerveza. Las casas se inundaron, los pubs (ironías de la vida) se vieron desbordados y, lamentablemente, hubo varias víctimas.
Anoche, en pleno apagón, mientras en las terrazas la gente aprovechaba el buen tiempo ultimando las reservas de cerveza fría de los bares y nosotros buscábamos linternas con una mano y latas de cerveza con la otra, se nos ocurrió: menos mal que nuestros problemas con la cerveza no son tan graves como en 1814. Aquí, lo peor que pasó fue tener que beber a la luz de las velas, como en una cita improvisada con amigos y vecinos. Sin electricidad, como en el siglo XIX, pero con cerveza. ¿Qué más se puede pedir?
Quizás el apagón no fue más que un recordatorio moderno de lo frágiles que son nuestras rutinas... y de lo importante que es siempre tener una buena cerveza a mano. Así como en 1814 la cerveza salió de los toneles para conquistar las calles, anoche la cerveza salió de nuestras neveras para conquistar la oscuridad y darnos un momento de calma y humanidad… Moraleja: puede fallar la luz, puede fallar internet, pero que nunca falte la cerveza.
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