Vamos a empezar esta entrada (y esta sección) con dos hechos impepinables. El primero: al común de los mortales a día de hoy la cerveza de tipo Porter no es más que uno de los múltiples estilos que hay, sin especial ilusión; pero a principios del siglo XIX en Inglaterra era poco menos que un elixir de vida. El segundo: lo gratis atrae. Y añadimos un tercer hecho, cortesía de la casa: un millón y medio de litros de cerveza son muchos litros de cerveza. ¿Conjugamos los tres hechos?
Corría la tarde del 17 de octubre de 1814 cuando en la cervecera Meux & Co., en pleno Londres, un veterano operario se dio cuenta que uno de los aros metálicos usados para dejar bien unidas las duelas de sus barricas se había soltado. El tipo, que ya había vivido algunas de estas incidencias, dijo que no había problema alguno y que si eso cuando sacaran la birra ya lo arreglarían. “¿Bueno, y qué problema había?”, podéis pensar. El problema era sencillo: el barril hacía 6 metros de alto y contenía medio millón de litros de cerveza. Aún hay otro: al lado había más barriles. Y digamos que la presión dentro de los mismos no era precisamente baja.
Así pues, unos minutos después de su gloriosa decisión de no perder 10 meses de envejecimiento de la cerveza por “una tontería”, se escuchó una gran explosión. El gran tonel explotó de forma brutal, llevándose paredes y otros toneles (y un par de vidas) por el camino. La riada de Porter, calculada en millón y medio de litros, corrió calle abajo. No había sistemas de alcantarillado, así que la marea negra se llevó puertas, algunos gatos y algunas personas también por delante.
Se dice que la mayoría corrían despavoridos y se subían a lugares altos para evitar ser engullidos, pero como ya hemos dicho antes a la gente le gusta –y gustaba- mucho lo gratis, y también la cerveza negra de la época. Pete Brown, gran estudioso de este accidente y autor de varios libros sobre cerveza inglesa, indica en Man Walks Into a Pub que algunas personas se tiraban –literalmente- de cabeza a la riada, tragando como auténticos posesos tanta Porter como podían.
Queremos aportar un dato gratuito pero que os dará algo de luz sobre alcoholismo: en aquella época el consumo “normal” de cerveza se acercaba a las 6 pintas por persona y día, siendo la media de alcohol en volumen de un 7%, aproximadamente. Auténticos borrachos ahogándose en engrudo etílico hasta perder el sentido. Al final no se contaron muchas más víctimas (“solamente” se habla de 8 de forma oficial) pero se dice que algunos cascaron fruto de la intoxicación etílica. La gente estaba muy mal de la cabeza.
Por suerte para los cerveceros (y para la aseguradora... bueno, no creo que tuviesen por aquellos años) la justicia dictaminó que aquella catástrofe había sido “un hecho de Dios” (literalmente: an act of God), cosa que eximió a los jerifaltes y currelas de la fábrica de pagar cuantiosas indemnizaciones que les habrían llevado, indudablemente, a la ruina. Además, el Estado se hizo cargo de las pérdidas derivadas del hecho, y por lo tanto la fábrica pudo seguir funcionando. Así que, si tenéis un barril de madera de 6 metros de alto lleno de cerveza y veis que puede explotar, aprended de los sabios londinenses y preparad bañador, chanclas y toalla.
Jajajajaj muy buena entrada. No tenía ni idea de aquel accidente.
ResponderEliminarTuvo que ser algo espectacular! Pero prefiero una piscina a una riada!
EliminarQué locura. Puestos a morir no está mal hacerlo en una riada de cerveza. Pero mejor es ponerse manguitos para poder contarlo (y repetir).
ResponderEliminarJajaja! Manguitos molan! Porque con el flotador, si te agachas para beber, te puedes dar la vuelta, sí...
EliminarAhogados en cerveza, debió ser una muerte digna para algunos, ja, ja. En fin, hoy en día los borrachuzos son más bien de bebidas de alta graduación como el ron o el whiskey.
ResponderEliminar