Esta cerveza que ahora viene de la mano de Mahou (ya que posee el 30% de la empresa norteamericana) ya la bebimos hace años y nos gustó. Quizá porque somos también unos viejos cascarrabias, pero no por ello queremos dejar de recomendarla. Y es que hay vida más allá del lúpulo americano.
Porque esta cerveza de estilo Old Ale tiene un perfil predominante de las maltas, desde su color (ámbar, algo apagado) hasta su aroma (que recuerda al whisky de malta). Esto se debe a que además de llevar una buena carga maltosa (y de melaza), ha estado envejecida con roble, lo que le da cierta semejanza.
En boca vuelve a destacar la madera y la malta, generando de nuevo la impresión de estar bebiendo algo con whisky, y reforzada esta sensación por su contenido alcohólico (nada menos que 9,8% ABV) y el calor que este imparte. Vamos, que es de beber despacito, como si fuese un Barley Wine -con la que comparte muchos sabores a malta y fruta-.
Pero cuando te la acabes ya no puedes estar tan gruñón ni cascarrabias como al principio. Salvo que algún tacaño te la haya gorroneado (o no te dejen disfrutarla en paz). En ese caso, te recomendamos que la abras a puerta cerrada y disfrutes en feliz misantropía de este pequeño pelotazo.
“Mi opinión en un Tweet:” Gruñe, viejo cascarrabias, pero a mí me haces feliz por un rato. Nota, Sobresaliente alto.
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