Cine y Cerveza: Despertar en el Infierno

Algún momento indeterminado de un caluroso día. Una escuela rural con una veintena de niños, todos en el mismo aula, esperan a que suene el timbre para iniciar sus vacaciones. John Grant, el profesor (interpretado por Gary Bond), cuenta los minutos para salir de ese lugar perdido, desea volver a Sídney con su novia y la civilización. (Este escenario será familiar para algunos de los que nos dedicamos a la docencia itinerante y nos introduce en “Wake in Fright”, la película de Ted Kotcheff de 1971 ).

Cine y Cerveza: Despertar en el Infierno
Recogida su habitación de alquiler para el curso nuestro protagonista se dirige a “The Yabba” la ciudad de donde debe salir su transporte hacia la capital. La fortuna hace que se cruce con el Sheriff local que le invita a tomar una cerveza, y luego otra, y otra más. Lo siguiente que sabemos es que John entra en una espiral de lager australiana y excesos que cambiarán la vida de este apacible maestro.

El estirado profesor que lee a Platón y que desdeña a los salvajes habitantes del “outback” se ve obligado a mirarse en el espejo y reconocer que no es tan distinto, pero para darse cuenta de eso se han tenido que beber innumerables litros de cerveza en el proceso. La cinta reflexiona, pinta tras pinta, lata tras lata, botella tras botella sobre cuestiones como los juegos de azar, la homosexualidad o la misoginia, pero también muestra una camaradería única que sólo el entorno puede forjar.

La cerveza en Despertar en el Infierno es lo que la banda sonora sería en una película de Kubrik, un elemento omnipresente que nos deja citas memorables como: “Sudor, polvo y cerveza, no hay otra cosa por aquí, amigo”. La sensación que deja el final de la película es como la de una resaca después de beber mucha cerveza de marca blanca del supermercado en una tarde de verano.



Bonus (curiosidades de la película): Chips Rafferty, que interpreta al sheriff Jock Crawford, no tenía campanilla, por lo que podía beber más rápido, pasando la cerveza de la boca al estómago sin interrupción. Conforme al plan de rodaje se preveía que uno de los días el actor debería beber hasta 30 pintas de cerveza (considerando las tomas que tendrían que hacer hasta que saliera bien) con lo que le propusieron usar cerveza sin alcohol. El actor rechazó beber cerveza sin alcohol y acabó haciendo todas las tomas con cerveza “normal”. Además, la película estuvo perdida durante casi 40 años y fue reestrenada en Cannes en el año 2009. Una docena de personas abandonaron la sala por la dureza de algunas imágenes. ¿Os pasaría a vosotros?

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