A pesar de todo lo que os hemos contado hasta ahora, hay una interacción con el alcohol y algunos medicamentos que se emplea para uso terapéutico. Este es el conocido como efecto Antabus. El alcohol, cuando es metabolizado, primero pasa de alcohol a acetaldehído mediante la acción de la enzima alcohol-deshidrogenasa, y después este acetaldehído se transforma en acetato mediante la acción de la enzima acetaldehído-deshidrogenasa. El acetato ya no es tóxico para el cuerpo y se elimina. En cambio el acetaldehído sigue siendo tóxico para nuestro organismo.
El efecto Antabus es el resultado de la acumulación de acetaldehído, debido a la inhibición de la enzima acetaldehído-deshidrogenasa por un medicamento. Esto provoca enrojecimiento de la cara, dolor de cabeza, mucha sudoración, taquicardias, vómitos, mareos… lo cual no es nada agradable. Se emplea terapéuticamente para tratar el alcoholismo. El medicamento empleado para ocasionar este efecto es el disulfiram. Se administra a los alcohólicos para que si beben después de tomarlo, sientan todos estos efectos y empiecen a asociar la ingesta de alcohol con algo muy desagradable. Algo en plan “La Naranja Mecánica”, para que nos entendamos.
Ya sabéis que a nosotros nos encanta beber, pero siempre, como todo en esta vida, con moderación. Por lo que esperamos que ninguno tenga que usar disulfiram nunca para deshabituarse. Pero os hablamos de ello no solo por su uso terapéutico, sino porque hay otros medicamentos que sí que os puede tocar tomar y que generan el mismo efecto Antabus.
Entre esos medicamentos encontramos algunos antibióticos (metronidazol, cloromitecina), el ketoconazol que se usa para el tratamiento de los hongos o la nitrofurantoína que se usa para la cistitis. Y además existen dos hongos comestibles, el Boletus lividus y el Coprinus atramentarius, que al combinarlos con el alcohol nos ofrecen el mismo resultado. Así que ya sabéis: cuando leáis en el prospecto efecto Antabus, huid de la cerveza si no queréis terminar asociándola a lo peor. Que ya sería gracioso que por no perdonar la cervecita de por la tarde, acabásemos odiando algo que nos apasiona tanto.
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