Como os habréis percatado, hace poco estuvimos en el AMCA. Tantas ganas teníamos y tan cerca nos pillaba, que hasta soltamos al becario. El chico agradeció bastante el aire libre, que ya olía más rancio que una cerveza contaminada saliendo de un grifo sucio.
El caso es que allí nos plantamos, con nuestros libretas de apuntar y nuestro vaso oficial. Así de primeras, el aspecto general fue muy bueno. El recinto al aire libre contaba con una agradable zona arqueada donde se ponían la mayoría de cerveceros y algunos puestos de toldo, de manera que acogía muy bien a la gente que acudió, lo que nos permitió disfrutar tranquilamente y en buena compañía de las birras seleccionadas. Y esa es otra, que de nuevo, la lista que queríamos probar era más grande de lo que nos permitía nuestro estómago e hígado.
Pero se hizo lo que se pudo, visitamos primero los puestos que sabíamos que se terminarían antes y aumentamos nuestra capacidad etílica gracias a los expositores de alimentos regionales. Personalmente (como todo en este blog) el incluir comida en estos eventos nos parece algo muy importante, no sólo por lo que acabamos de decir, sino que, por cuestión de sabores, se agradece la posibilidad que ofrecía la lista de maridaje de la guía que te daban con el vaso. Eso sí, hablamos mucho y bien de ello, pero a la hora de la verdad, estábamos tan ocupados bebiendo que apenas comimos. Pero apoyamos y consideramos una buena idea el concepto cerveza+comida.
También es muy agradable ver cómo los festivales aprenden unos de los otros. Así esta vez nos encontramos con grifos de agua para enjuagar el vaso tras cada toma (aunque también es verdad que en ocasiones fue el cielo el que se ocupó de esa tarea). Igualmente, siempre es un placer el empeño que pone la organización; verles correr de un lado para otro, atareados, pero aún así, siempre encontraban un momento para comentarte algo, o para probar contigo algún producto especialmente sabroso).
Otro acierto fue la elección del vaso: resistenete, de tamaño adecuado, bien estampado y con una forma bien bonita y curvas sugerentes en su base. Nos gustó mucho. Igual que la existencia de mercadotecnia. Pero aquí nos pasó lo mismo que con la comida: todo palabras bonitas, pero al final nos decantamos por gastarnos todo nuestro dinero en cerveza.
Yo me quedaría con muchas cosas buenas, pero sobre todo con la variedad de cervezas y con la variedad de gente. Porque, al final, lo bueno de las cervezas no es sino con quién las compartes. Esto ha quedado un poco moñas, lo admitimos, pero es por vuestro bien, es el guante de terciopelo sobre el cañón eviscerador de cruel trauma crítico que tenemos en el cuarto de atrás esperando para ser disparado… el próximo día.
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