En esta ocasión nos hemos saltado la norma de poner el descriptor (o sea, a lo que huele) en el título y hemos puesto el nombre científico del responsable (ácido butírico), que resulta menos desagradable que el olor que nos recuerda: vómito de bebé.
Y es que hay cervezas que, si la colonia de bacterias inapropiadas se ha colado en ellas (o apropiadas, es una de las que se encuentran dentro de la flora espontánea de la Lindemans Faro, por ejemplo) presentan este aroma que puede llegar a ser muy desagradable. Aunque también puede deberse a que queden muchos almidones no transformados.
La cosa es que al final huele a leche agria, mantequilla rancia o vómito de bebé. Podéis aprenderlo buscando una de esas tres cosas (si tenéis un bebé en casa no os preocupéis, os proveerá antes o después) o probando la cerveza antes mencionada.
Porque recordad que para reconocer un aroma es imprescindible haberlo olido antes y tenerlo almacenado en nuestra biblioteca mental. Si no, puede que lo detectes, pero es imposible que lo identifiques por ti solo. ¡Así que a oler bebés si no lo habéis hecho!
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