Esta es una de esas cervezas que cuando vemos en las libretas de cata su nombre sin tachar (lo que significa o bien que ya no se fabrica, si es de derecha a izquierda; o bien que ya la hemos publicado, si es al contrario) nos sorprende. ¿En serio no hemos hablado de ella?
Pues allá vamos, con la que fue pionera (como tantas otras de la californiana marca del ancla) en su campo: la primera adaptación americana de las Barlewine inglesas, añadiendo (como no) un buen puñado de lúpulo Cascade para rematarla en dry-hopping.
De color es ambarina, con tonos anaranjados o rojizos, según le dé la luz. Y la espuma de color blanco roto es poco abundante y de persistencia media. En el aroma destacan muchas aportaciones de la malta (frutas maduras, caramelo, toffee, alcohol…) y alguna del lúpulo (sobre todo cítricas y especiadas).
Y en boca ya el lúpulo gana presencia, igualando en amargor al dulzor de las maltas y de los 8,8% vol. de alcohol que tiene. Solo lleva lúpulo Cascade, así que es una buena cerveza para aprender a reconocer sus características… siempre y cuando la bebas con moderación.
Porque no deja de ser (incluso casi 50 años después de su lanzamiento) una cerveza fuerte a enfrentar con precauciones. La mejor, como recomiendan en su web, el estómago lleno previamente. O si no, sonarán las sirenas por ti.
“Mi opinión en un Tweet:” Ejemplo de estilo, pero pelotazo peligroso. Nota: Notable.
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