Hace ya bastantes años, los que bebíamos cervezas de importación chocamos un día con una desconocida cerveza escocesa. Su nombre era Punk IPA. Para muchos, este fue el primer encontronazo con el lúpulo moderno. La Punk IPA primeriza era una amarguísima (por lo menos por lo que era costumbre) patada de lupulina, algo que para un gran número de gente era absolutamente novedoso, raro.
Años más tarde, la Punk IPA perdió aquél carácter extremo, reformulación mediante, para pasar a ser una cerveza "de iniciación", para todos los públicos. Pero el guante punk lo recogió Jack Hammer, la IPA aumentada de BrewDog. Así la definen ellos, y probado lo probado no seremos nosotros quienes les llevemos la contraria.
Esta cerveza de color dorado, con espuma blanca poco persistente, es una explosión de lúpulo desde el momento en el que sale de la botella, del barril, o mejor aún, de la lata (probadla en lata y fresca para hallarla en su mejor forma). Sus aromas extremadamente florales y resinosos, complementados por un ligero olor a alcohol y algo de fruta (lichi, pomelo), privan a la malta de casi cualquier forma de expresión. Su presencia es testimonial y más bien en boca, donde a duras penas equilibra con algunos toques de caramelo la placentera invasión lupulácea.
El nombre, Jack Hammer, hace referencia al martillo neumático (se dice jackhammer en inglés). Y con razón, ya que su contundencia está fuera de toda duda. Sus más de 200 IBUs y su 7,2% ABV machacan nuestras papilas gustativas, y nos dejan un retrogusto amargo y duradero. Es un dolor que aceptamos, si nos encanta. Una cerveza extrema a un precio asequible, obra sin duda de un orfebre cervecero del mal.
“Mi opinión en un Tweet:” El masoquismo hecho cerveza. Me duele el paladar pero por favor dame más. Nota: Sobresaliente.
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