Siguiendo con la serie de consejos a la hora de maridar (unir conforme y armoniosamente) la cerveza con comida, hemos de insistir en que es importante definir quién va a ser el protagonista de cada pareja. Si queremos una cerveza que combine con el plato y le potencie, o bien al revés, un acompañamiento que resalte las virtudes de una cerveza. Raramente van a estar ambos igualmente potenciados, así que es importante saber hacia quién queremos hacer que se equilibre la balanza.
Por ejemplo, una cerveza compleja destacará aún más si la acompañamos de un plato sencillo que potencie sus sabores (como hace el queso gouda con una Strong Dark Ale belga), y una cerveza de carácter conciso ayudará con platos de sabores complejos (como las Bock rubias con la comida especiada).
Una ventaja innegable que tiene además la cerveza es que hay tanta variedad que siempre encuentras alguna que marida bien con cualquier cosa. Incluso con alimentos que tradicionalmente con el vino habitualmente han tenido difícil maridaje (como las alcachofas, el chocolate, el picante o el vinagre).
Pero no importa tanto a veces de qué sea el plato (carne, pescado o verdura) sino cómo esté hecho. No es lo mismo un pollo a la plancha que guisado o a la barbacoa. En cada caso combinará mejor con una cerveza distinta. Por ello recomendamos comparar ambas cosas (cerveza y comida) como el resultado de cocinar (la cerveza también se tuesta, se macera, se hierve…) y buscar analogías en los procesos: comidas que han pasado por la parrilla con cervezas que usen maltas más tostadas, por ejemplo.
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