Está claro que cuando algo crece de forma tan rápida como la cerveza artesana, con aumentos porcentuales de cuatro dígitos entre décadas, se crean cambios de paradigma y sub-modas. Ejemplo de ello son la irrupción del lúpulo en el continente americano durante la década de los 90 y especialmente de los dos miles, o, a menor nivel, el impacto de las NEIPA los dos últimos años. Antes de esto hubo épocas, largas en España, donde lo "bueno" de importación llevaba la bandera belga.
Estos cambios bruscos no suelen venir de un año para otro, ni ser previstos. Cuando algo triunfa, cuando hay una moda, parece que existe la imperiosa necesidad de crear y anticiparse a la siguiente. Curiosamente, las previsiones de futuras modas no suelen funcionar. Porque las modas aparecen de forma imprevista, a veces accidental, espontánea y popular -por lo menos en el mundo cervecero-.
Llevamos unos meses oyendo hablar de las Brut IPA. Que si será el siguiente boom cervecero, que si sustituirá a la NEIPA en los tiradores de las cervecerías craft más importantes, que si todo el mundo beberá Brut IPA. Aseveraciones que recuerdan más al "Robinho es el nuevo Messi" que a otra cosa. Este es un estilo seco, no excesivamente amargo pero sí bastante asertivo, que quizá queda en tierra de nadie. Los zumitos por lo menos tenían una gran personalidad, con sabores extremadamente afrutados, tanto cítricos como tropicales y amargor muy moderado. De las pocas Brut IPA que hemos podido probar, ninguna ha generado la "necesidad" de seguir bebiendo, es más, el formato elegido ha sido la media pinta. Lo mismo ha dicho la gente con la que hemos hablado de ello. Algunos creen que puede ser un buen punto de inicio para amantes de los vinos espumosos, por ser secas y con una carbonatación parecida. No creemos que un amante del vino vaya a aficionarse a la cerveza por algo que le recuerda vagamente a lo que ya toma, pero es una opinión.
Habrá que ver como evoluciona el panorama, si la Brut IPA invade los tiradores, si se queda, o si queda en un discreto segundo plano, acompañando a cervezas como las Black IPA, que por cierto tenían que ser el no va más y la nueva moda cervecera a inicios de la década, y cuya presencia ahora es claramente minoritaria, tras una época en que cada marca tenía al menos una.
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