Como tenemos ahora mucho tiempo para leer, beber y pensar, nos hemos dado cuenta que otra de las cosas que tienen en común dos de nuestras aficiones favoritas (los cómics y la cerveza) es que su principal herramienta de venta es la portada.
Cuando las compras, no conoces el contenido. El exterior te da información sobre lo que vas a encontrar: autores, donde tu experiencia previa o tus prejuicios pueden hacerte confiar o no; tamaño, contenido o precio; diseño atractivo (en esta vida todo entra por los ojos primero)…
Además, sirve para aumentar ventas. Por un lado, cambiando el nombre y la etiqueta, te permite vender productos muy similares como si fueran nuevos (Brewdog lleva ya tropecientas lagers muy parecidas, y entre una y otra NEIPA moderna de alguna marca que saca 3 al mes apenas hay diferencias) o aprovecharte de los coleccionistas, “obligándolos” a comprar cada nueva etiqueta.
En fin, que todas estas cosas las hemos visto desde hace años en el mundo de los cómics y nos suenan como conocidas al verlas ahora aplicadas en el mundo cervecero. ¡Veréis cuando vuelvan los 90 a las etiquetas, con portadas brillantes y holográficas! Hasta entonces, recordad que lo realmente importante es el contenido y su relación calidad/precio.
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