En un mercado saturado de novedades como el que vive actualmente el sector cervecero artesano, es verdad que cuesta diferenciarse y apelar a un público amplio a la vez que reivindicas valores y productos locales… pero cuesta más hacerlo bien, se ve.
Lo fácil es echar una cantidad desconocida de aceitunas en tu cerveza y luego colorante para pintarla de verde y así completar tu portfolio de aceites de oliva vírgenes extra. Que probablemente al público foráneo le parezca algo exótico e interesante, como la paella con chorizo…
Pero esta cerveza, para los cerveceros, no deja de ser una adaptación de una Bohemian Pilsner sencilla de 5% ABV, con un ingrediente que no pega demasiado (las cosas con alto aporte de grasas casan muy mal con la elaboración de cervezas) y que busca destacar por su aspecto en un verde muy falso.
Vamos, otra “cerveza chorra” que basa más su expectativa de venta en el márquetin que en hacer un producto realmente diferente o sabroso (porque se nos habrían ocurrido estilos más interesantes que una pilsner, aunque quizá no tan fácilmente “coloreables”).
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