Siguiendo con el grupo de maltas base del que hemos estado hablando, hoy conoceremos una malta con un nombre que personalmente nos recuerda a la resaca de la nochevieja, la malta Vienna. Esta malta, junto con la malta Munich (que ya os adelantamos que será la próxima de la que hablaremos), son la base del estilo de cerveza que aparentemente más le gusta a Luis Tosar, la Märzen. Aunque como malta minoritaria se puede emplear en otros muchos estilos.
Aporta unos bonitos tonos anaranjados a la cerveza, ya que su rango de color es de entre 2’5 y 4 SMR. Su potencial enzimático es el suficiente como para poder transformar el 100% de sus azúcares y por esto mismo se puede usar como malta base en las recetas.
El empleo de esta malta nos da como resultado cervezas con un final seco y refrescante, con notas tostadas, de nuez y especias, que casan estupendamente con los lúpulos nobles alemanes. Aunque aporta una complejidad significativa al sabor, este no resulta desagradable cuando está bien equilibrado.
Una malta con la que hacer cervezas potentes pero que se dejan beber con facilidad en jarras de las grandes. Aunque os hacemos una recomendación, cambiad la jarra de mano cada vez que la rellenéis, así ejercitáis los dos brazos. ¿Porque al final es de lo que se trata, no?
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