La cerveza en The Witcher: La Espada del Destino (2)

Retomamos la lectura de la Saga de Geralt de Rivia de Andrzej Sapkowski donde la habíamos dejado: a mitad del segundo libro, titulado “La Espada del Destino”. El segundo libro que también es de relatos cortos, aunque a partir de este los demás ya son novelas.

En ellas se basa la serie de Netflix “The Witcher” (y los videojuegos de CD Projekt RED). Así que cuando sacaron la segunda temporada, decidimos continuar los repasos que hicimos buscando fragmentos en los que la cerveza apareciese dentro de las historias del brujo. ¡Y hoy tocan otros cuantos!

Fuego Eterno


La acción nos sitúa en el tercer relato en Novigrado, donde Geralt y Jaskier se dirigen a la taberna “La Punta de Lanza” a “calmarse los nervios” tras una ruptura amorosa del primero.

-¡Saludos! ¡A los buenos días! -estalló, entrando a la taberna y pasó con fuerza el pulgar por las cuerdas del laúd-. ¡El Maestro Jaskier, el más famoso poeta de este país, visita tu poco limpio local, tabernero! ¡Le han entrado ganas de beber cerveza! ¿Valoras el honor que se te hace, sacadineros?

Sin embargo, ninguno de los dos tienen con qué pagar lo ya debido ni lo deseado, pero confían en la invitación de Dainty Biberveldt (un mediano, como los hobbits de El Señor de los Anillos).
-Normalmente no almuerzo a tan tempranas horas. -Jaskier respingó la nariz-. Pero qué le vamos a hacer, comeré. Sólo que no con la tripa vacía. ¡Eh, jefe! ¡Cerveza, si hacéis la merced! ¡Y presto!
Una moza con una imponente y gruesa trenza, que le alcanzaba hasta las nalgas, trajo un pote y una escudilla con sopa. Geralt, al mirar su redondeada boca rodeada de pelusilla, pensó que tendría bonitos labios si se acordara de cerrarlos.
-¡Dríada del bosque! -gritó Jaskier aferrando el brazo de la muchacha y besándola en la palma de la mano-. ¡Sílfide! ¡Hechicera! ¡Deidad de ojos como azules lagos! ¡Bella eres como la mañana y la forma de tus alzados y abiertos...!
-Dadle cerveza, aprisa -gimió Dainty-. O si no habrá problemas.

Eso sí, resulto que el mediano no era tal mediano. Y tras una breve escaramuza, Jaskier resume cómo le gusta que le sirvan la cerveza… y resulta que es como a nosotros:
-Bien, Geralt-dijo Jaskier-. Ya lo he atado. Vamos al camaranchón. Y usted, jefe, ¿qué hace ahí parado? He pedido una cerveza. Y a mí, cuando pido una cerveza, tenéis que traerme una tras otra hasta que grite: «Agua».

Pero, si no era un mediano llamado Dainty, ¿qué o quién era el que iba a pagar la cuenta?
-Tú padre será un mímico -dijo roncamente el ser, balanceando la nariz-. No soy ningún mímico, sino un doppler, y me llamo Tellico Lunngrevink Letorte. Abreviadamente, Penstock. Y Dudu para los amigos.
-¡Yo te voy a dar Dudu, hijo de alguna puta! -gritó Dainty, dirigiendo hacia él el puño apretado-. ¿Dónde están mis caballos? ¡Ladrón!
-Señores -recordó el posadero, entrando con unas jarras y un barrilete-. Prometisteis que habría paz.
-Oh, cerveza -suspiró el mediano-. Cuidado que tengo sed, joder. ¡Y hambre!
-Yo también me tomaría algo -aseveró, gorgoteante, Tellico Lunngrevink Letorte.
Fue completamente desdeñado.
-¿Qué es esto? -preguntó el tabernero, mirando al ser, el cual ante la vista de la cerveza sacó una larga lenguaza de entre unos labios caídos y pastosos-. ¿Qué es esta cosa, señores?
-Un mímico -repitió el brujo, sin hacer caso al gesto de enfado del monstruo-. Recibe, en cualquier caso, muchos nombres. Cambión, doblador, vexling, bedak. O doppler, como él se llama a sí mismo.

Un pequeño sacrificio


En este otro relato, cuyo eje principal gira acerca de un príncipe enamorado de una sirena (muchos de estos cuentos son parodias o sombras de los tradicionales nuestros), el Brujo y el Bardo asisten a la fiesta organizada por Teleri Drouhard, un rico comerciante de especias y jefe de su gremio, por el compromiso de su hijo.
Lo que les había pasado era por culpa de Jaskier, no había duda. Nadie sino Jaskier había insistido en que se fueran a la fiesta de los Cuatro Arces. Organizar fiestas, había aclarado el poeta, satisfacía profundas y naturales necesidades de las personas. De cuando en cuando, afirmó el bardo, el ser humano ha de encontrarse con otras personas en un lugar donde se pueda reír y cantar, comer brochetas y pollos asados hasta reventar, beber cerveza, escuchar música y apretar durante el baile las sudorosas protuberancias de las mozas. Si cada persona quisiera satisfacer tales necesidades en detalle, intermitente y desorganizadamente, aclaraba el poeta, se formaría un desorden indescriptible. Por eso se habían inventado las fiestas y festines. Y dado que existían las fiestas y festines, había por tanto que acudir a ellas.

Y en esa fiesta, junto con la joven bardo Essi Da-ven, conocida como "Ojazos", beben más cerveza y más cerveza
-Y enhora -gritó Drouhard-, ¡hale, a por la cerveza, compadres, a llenar el buche! ¡Haced la merced, haced la merced! Mi casa es...

-Déjala en paz. -Y añadió sentencioso-: Nunca se tiene una segunda oportunidad de causar una primera impresión. Ven, mejor nos tomamos una cerveza.
No tuvieron tiempo de beberse una cerveza. A través de un grupo de burgueses que conversaban alegres se abrió paso Drouhard.

Después de comer, bebieron de la cerveza que les había regalado Drouhard, charlaron y se rieron, Jaskier y Essi hicieron apuestas con sus canciones. Geralt, con las manos detrás de la cabeza, tumbado sobre un lecho de ramas de abeto, pensaba que nunca había oído tan hermosas voces y tan hermosos romances.


Algo más


El relato que cierra el libro hace un poco la función de conductor de las narraciones, acompañando visiones y recuerdos, hacia el cambio de formato de la saga. Ello, mientras Geralt viaja herido en el carro de un comerciante llamado Yurga. Por ejemplo hay un flashback de la fiesta de Belleteyn, en la que alrededor de hogueras se celebra el inicio de un nuevo ciclo durante el mes de mayo. Obviamente sabemos lo que no puede faltar en tal celebración, aunque Geralt, extrañamente, prefiera no beber…
Geralt se detuvo para ceder el paso a una comitiva que se dirigía en su dirección, enajenados, gritando salvajes, bloqueando el paso. Alguien le agarró por el hombro, intentó poner en su mano una jarra de madera de la que rebosaba la espuma. La rechazó con delicadeza, pero apartó de sí con decisión al tambaleante personaje que repartía a su alrededor la cerveza de un barrilete que sujetaba con la axila. No quería beber. No en una noche como aquélla.
No muy lejos de allí, en un andamiaje de troncos de abedul que se calentaba gracias a un gigantesco fuego, un Rey de Mayo de cabellos claros, con una corona de hojas y flores y vestido con pantalones de lana cardada, besaba a una Reina de Mayo pelirroja, mientras le tanteaba los pechos a través de la fina camisola empapada en sudor. El monarca estaba algo más que ligeramente borracho, se tambaleaba, mantenía el equilibrio sujetándose a la espalda de la Reina, apretaba contra ella la mano cerrada sobre la jarra de cerveza. La Reina, tampoco demasiado serena, con la corona caída sobre los ojos, abrazaba al Rey por el cuello y pasaba el peso de una pierna a la otra. La multitud bailaba junto al andamiaje, cantaba, gritaba, movía las varillas recubiertas de guirnaldas de hojas y flores.

Y con esto concluye nuestro repaso a la cerveza en este segundo libro de la saga de Geralt de Rivia, citando los textos (sacados de la edición de La Espada del Destino de Alamut Ediciones, Madrid, 2017) relacionados. Cuando veamos por dónde avanza la trama en la serie, analizaremos los siguientes volúmenes. Que, insistimos, merecen ser leídos y os recomendamos con ganas.

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