La cerveza en The Witcher: El Último Deseo (2)

Tras la divulgación de La Saga de Geralt de Rivia de Andrzej Sapkowski por la serie de Netflix The Witcher, los fans de las novelas y los videojuegos (incluyendo el de cartas, Gwent) estamos encantados de que se conozcan más las aventuras del brujo de pelo blanco.

La cerveza en The Witcher
Y aquí, en el Jardín, aprovechamos para traeros una selección de los numerosos fragmentos de texto en los que el Lobo Blanco y sus amigos (o compañeros, o enemigos…) se dedican a beber cerveza. ¡Que no son pocas! Y hoy toca acabar con las menciones del primer libro de relatos, El Último Deseo, que lo habíamos dejado a la mitad.

La voz de la razón 5


Volvemos al Santuario de Melitele donde Geralt se recupera de sus heridas en historias intercaladas entre los relatos. Y a veces, recibe visitas que no son el Duque Hereward.
“—No. Esta vez es Jaskier, tu colega, ese trotamundos, ese zángano y haragán, aquel sacerdote de las artes, brillante y clara estrella de las baladas y los versos amorosos. Como siempre, resplandeciente de gloria, hinchado como una vejiga de cerdo y apestando a cerveza. ¿Quieres verlo?
—Por supuesto. Al fin y al cabo, es mi amigo.”

Allí hablan de cómo cambian los tiempos. Ubi sunt. Y en todas las profesiones se fuma (o bebe).
“—Antes, cuando todavía existían unicornios, había una gran cantidad de muchachas que cuidaban su virtud para poder cazarlos. ¿Te acuerdas? ¿Y los cazarratas de las flautas? La gente se pegaba por sus servicios. Los alquimistas acabaron con ellos cuando encontraron venenos eficaces, a lo que se añadió la domesticación general de gatos, hurones y comadrejas. Los animalitos eran más baratos, más simpáticos y no trasegaban tanta cerveza. ¿Captas la analogía?”

Pero en el fondo, como en casa en ningún sitio. Y parece que la cerveza del sur tampoco gusta más al norte de Despeñaperros, esto… el Yaruga.
“Eh, diablos, cabalguemos pronto hacia el sur, hacia esos países indómitos. En cuanto te ganes el jornal con un par de monstruos, se te pasará la morriña. Y al parecer allí hay monstruos de sobra. Dicen que si una vieja está cansada de la vida, se va más sola que la una al bosque a por carrascas sin llevarse astralejas. Resultado garantizado. Deberías asentarte allí permanentemente.
—Quizás debiera. Pero no lo haré.
—¿Por qué? Allí es más fácil para un brujo el ganarse la vida.
—Ganar dinero, más fácil —Geralt echó un trago—, pero gastarlo, más difícil. Además allí sólo se come cebada y mijo, la cerveza sabe a meado, las muchachas no se lavan y los mosquitos se te comen.”

El confín del mundo


Este relato, el último del libro, mantiene el cliché universalmente aceptado por todo jugador de rol de empezar encontrándose con los PNJ en la taberna. Al menos en esta ocasión no hay una pelea. Obviamente, mientras beben cerveza.
“Jaskier bajó con cuidado los escalones de la taberna, llevando dos jarras que chorreaban espuma. Maldiciendo en voz baja, se abrió paso por entre el grupo de niños curiosos que se apretaban en torno a él. Atravesó oblicuamente el corral, evitando las numerosas plastas de las vacas. Alrededor de una mesa puesta en la calle, ante la que el brujo hablaba con el estarosta de la villa, se habían reunido ya unas decenas de colonos. El poeta colocó las jarras, se sentó. Enseguida se dio cuenta de que durante su corta ausencia la conversación no había avanzado ni siquiera una pulgada.
—Soy brujo, señor estarosta —repitió por no se sabe qué vez Geralt, hundiendo los labios en la espuma de la cerveza—. No mercadeo nada. No me ocupo de alistar para el ejército y no sé curar los muermos. Soy brujo.”

Pero si aceptan, aunque con suspicacias la misión de ir a ver el “diablo” que molesta a los lugareños. Incluso pese a que no sea tan sencillo beber cerveza.
“—¿Ayuda? —se rió Jaskier mientras intentaba sacar una mosca de la cerveza—. ¿El diablo?
—No interrumpas, Jaskier. Seguid, señor Dhun. En qué forma os ayuda ese, como decís…
—Diablo —repitió con énfasis el aldeano—. Va, ayuda de tal modo: estercola el campo, remueve el terreno, mata los topos, asusta a los pájaros, vela por los nabos y los rabanillos. Ah, y las hojillas que se resecan se come de las coles. Pero por cierto que también la col entera se come. No es que se embuche otra cosa. Así es este diablo.
Jaskier se rió de nuevo, después de lo cual chasqueó los dedos y disparó la mosca bañada en cerveza hacia el gato que dormía junto al hogar. El gato abrió un ojo y miró al bardo con reproche.”

Pero encontrar al “diablo” no va a ser tan fácil como parecería en un principio, porque el bicho es un poco “hopead”.
“—Una cosa es cierta —murmuró el brujo recorriendo con la vista la enmarañada jungla de cañas que se extendía ante ellos—. Este diablo no es tonto.—
¿Por qué lo dices? —se interesó Jaskier—. ¿Porque se esconde en una espesura impenetrable? Una liebre común y corriente tiene suficiente cerebro para ello.
—Me refiero a las propiedades especiales del cañaveral. Un campo tan enorme emite una potente aura antimágica. La mayor parte de los encantamientos resultan aquí inútiles. Y mira allí, ¿ves esas hierbas? Eso es lúpulo. El polen del lúpulo actúa de forma parecida. Apuesto a que no es casualidad. El bellaco siente el aura y sabe que aquí está seguro.”

Y si bien el diablo está seguro del lúpulo, el traductor no tanto. Porque para redactar estas entradas hemos comparado las ediciones originales con la versión editada en España que tenemos (Alamut Ediciones, Madrid, 2018) y en el resto de este cuento, durante una larga pelea en dichas tierras entre Geralt, Jaskier, el silván (que no diablo) Torque y los elfos, se traducen las menciones que se hace como centeno, pese a que claramente chmiel es lúpulo. Por ejemplo:
“— Tutaj, Jaskier! Tutaj! — wrzasnął. — W chmielu!”

Que han traducido erróneamente como:
“—¡Aquí, Jaskier! ¡Aquí! —gritó—. ¡En el centeno!”

Pero bueno, dejemos esos errores "menores". Y en la próxima entrada de esta sección nos pondremos ya con el segundo libro de relatos, La Espada del Destino. Hasta entonces nos vemos por aquí… W Ogród Chmielu. ¡Hasta pronto, lectores!

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