Ahora mismo, en el momento de la publicación de esta entrada el 17 de enero de 2020, se cumplen exactamente 100 años de la entrada en vigor de la National Prohibition Act (también conocida como Ley Seca, Ley Volstead o Volstead Act en su versión original). Esta ley, en todo Estados Unidos, prohibía la venta, fabricación, posesión o tráfico de bebidas intoxicantes. En principio la definición resultó ser un poco vaga, pero tras un breve periodo de reflexión se dictaminó que se consideraría bebida intoxicante cualquiera que superase el 0.5% de alcohol en volumen.
Esta ley fue la guinda de un pastel que se llevaba años horneando. De forma casi paralela a lo que sucedía en el Reino Unido con el "Temperance movement", la preocupación sobre el alcoholismo y sus consecuencias era un tema que se llevaba tratando en EEUU desde principios del siglo XIX. La "relajación de los valores" fruto de los estados de embriaguez no hacía ninguna gracia a los adalides de la moral (las instituciones religiosas, vamos) que actuaron como lobby para impulsar con fuerza esta dura reforma. El empujón definitivo lo dio la Primera Guerra Mundial. ¿Por qué usar grano para hacer bourbon si se podían alimentar las tropas? ¿Por qué embriagar a los soldados si los hacía combatir peor?
Pero el ser humano llevaba intoxicándose de forma voluntaria toda su historia, ya fuese con plantas, setas, néctares, bebidas espirituosas o cualquier otra cosa. Los bebedores regulares no se quedaron de brazos cruzados, y menos lo hicieron los entrpreneurs de los bajos fondos (léase: la Mafia). Durante los 13 años en los que estuvo activa la Ley Seca, las bandas y el crimen organizado afloraron de forma descontrolada. Los traficantes de bebidas alcohólicas (conocidos como bootleggers) sobornaban a la policía, muy mal pagada por aquel entonces, y no tenían mucha oposición a la hora de perpetrar sus actos criminales (o de salvación, depende a quien se pregunte). Los líderes de las bandas se hicieron inmensamente ricos (o fueron asesinados por otras bandas), y como dato significativo se calcula que el consumo de alcohol no solamente no bajó sino que aumentó tras varios años de aplicación de la ley.
Poco a poco, la ley empezó a ser menos restrictiva. Se permitió elaborar de forma casera bebidas de poca graduación, y la presión de la ciudadanía para abolirla fue cada vez mayor. Finalmente, entre febrero y diciembre de 1933 (según el estado) se levantó el veto al alcohol en Estados Unidos. Las consecuencias de la Ley Seca fueron, en resumen, las siguientes: más crimen, más alcoholismo, muchos menos ingresos en forma de impuestos y una sociedad más irascible. Y bueno, también innumerables leyendas, historias, libros y películas sobre esta apasionante (a toro pasado) época de gánsters, trapicheos y bebidas alcohólicas aguadas fabricadas, esta vez sí, en garajes al margen de la ley. ¡Esperemos que estos años 20 no nos traigan algo así!
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