Una tradición que une a deportistas, asociaciones de amantes de la cerveza, ritos iniciáticos de diversa índole y a los Jardineros del Lúpulo es el bautismo con cerveza. Usar la cerveza derramada sobre la cabeza como símbolo del cambio es algo que vemos medianamente normal.
Tanto, que hasta en la iglesia católica se debió hacer en algún momento. No tenemos constancia de cuantos bebés fueron inscritos usando tal método, pero los suficientes para que el Papa Gregorio IX escribiera en 1241 al obispo Sigurd (cuando ejercía en Trondheim, Noruega) diciéndole que no se debía hacer.
En aquel texto el Papa Gregorio IX afirmaba que según el Evangelio de San Juan, “el hombre debe nacer de nuevo del agua y del Espíritu Santo”, por lo que no podían considerarse válidamente bautizados aquellos que han sido bautizados con cerveza.
Afortunadamente la iglesia siguió fabricando cerveza hasta nuestros días. Pero ya sabéis que aunque mojéis vuestra cabeza con una auténtica cerveza trapense, dicho bautismo no se considera como tal, sino que está anulado por orden papal desde hace siglos.
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