La cerveza en The Witcher: El Último Deseo (1)

Ha salido por fin la serie de The Witcher en Netflix, y como buenos fans del videojuego y sobre todo de la serie de novelas de Andrzej Sapkowski llamada La Saga de Geralt de Rivia nos la hemos visto enseguida (y nos ha gustado, aunque con cosas mejorables, claro). Y nos ha picado a volver a leer los libros… ¡En los que hemos visto que la cerveza tiene gran protagonismo!

La cerveza en The Witcher: El Último Deseo (1)
Por eso, hemos pensado recopilar las menciones a la cerveza que hay en el primer volumen de la saga, titulado como “El Último Deseo” y que contiene los primeros cuentos cortos (la mayoría de los cuales tienen su reflejo en la línea cronológica de Geralt dentro de esta primera temporada de la serie). Así que, aquí os dejamos la primera selección (ya que habrá más) y os invitamos a leerlos, claro.

El Brujo


En el primer relato nos presentan al aún desconocido Geralt, entrando en una taberna:
“El ventero sacó la cabeza de un cuenco con pepinillos en vinagre y dirigió su mirada hacia el huésped. El extraño, todavía con el capote puesto, estaba de pie frente al mostrador, rígido, inmóvil, en silencio.
—¿Qué va a ser?
—Cerveza —dijo el desconocido. Tenía una voz desagradable.
El posadero se limpió las manos en el delantal de tela y llenó una jarra de barro. La jarra estaba desportillada.”

Donde, inevitablemente (como sabe cualquiera que haya jugado al rol) encuentra lío con alguien que apesta a alcohol (y otras cosas):
“El desconocido tomó su jarra y se apartó. Miró al ventero, pero éste evitó sus ojos. No se le ocurriría defender a un rivio. Al fin y al cabo, ¿a quién le gustaban los rivios?
—Todos los rivios son unos ladrones —continuó el picado, dejando un olor a cerveza, ajo y rabia—. ¿Escuchas lo que te digo, degenerado?
—No te oye. Tiene boñigas en las orejas —dijo uno de los que estaban detrás. El otro se rió.
—Paga y lárgate —vociferó el caracañado.
El desconocido le miró por primera vez.
—Cuando termine mi cerveza.
—Te vamos a echar una mano —gruñó el jayán.”

En sus siguientes reuniones, con mandamases locales, sigue corriendo la cerveza (en varias menciones) mientras le presentan el problema. Pero antes le pregunta uno si los Brujos pueden beber (en la versión original especifica que si pueden beber cerveza):
“—¡Qué tiempos, Señor! —refunfuñó el corregidor—. ¡Qué asquerosos tiempos! Hace sólo veinte años, ¿a quién se le iba a ocurrir, ni siquiera borracho, que pudiera haber tales profesiones? ¡Brujos! ¡Trashumantes cazadores de basiliscos! ¡Asesinos ambulantes de dragones y utopes! ¿Geralt? ¿En tu gremio se os permite beber?
—Por supuesto.
Velerad dio una palmada.
—¡Cerveza! —gritó—. Y tú, Geralt, siéntate más cerca. Qué más me da.
La cerveza estaba fría y espumosa.
—Vivimos tiempos asquerosos —monologaba Velerad mientras daba sorbos de la jarra—.”
“—Eres obstinado. Como quieras. Escucha. —Velerad dio un trago de cerveza, bajó la voz—.”
“Geralt se sonrió, no dijo nada.
—Pero, al grano. —El corregidor fue hasta un barril, echó más cerveza al rivio y a sí mismo—. Algunos de los consejos de los hechiceros no parecían nada estúpidos.”
“Velerad hizo una pausa, dio un trago de cerveza. El brujo callaba.
—Y esto continúa, Geralt, desde hace seis años, porque el bicho nació hace unos catorce.”

Y es que el problema, la princesa no tiene boca de fresa, sino forma de barril de cerveza. ¡Pero mucho más peligroso!
“—¡La princesa parece una estrige! —gritó—. ¡La más estrige de las estriges de las que jamás haya oído! ¡Su alteza la infanta, maldita bastarda, mide cuatro codos de altura, recuerda a un barril de cerveza, tiene un morro de oreja a oreja, lleno de dientes como estiletes, los ojos colorados y las greñas bermejas!”

La voz de la razón 2


Entre relato y relato nos cuentan cómo se recupera Geralt en el Santuario de Melitele. Allí no parece abundar la bebida, aunque a Geralt le gustaría más que otros métodos:
“—¿No pretendes ir demasiado lejos? ¿Para qué tanta metafísica? Si quieres, me sinceraré contigo. Llenaré tus noches con relatos de los sucesos más interesantes de los últimos años. Prepara un barril de cerveza para que no se me seque la garganta y podemos empezar incluso hoy mismo. Me temo, sin embargo, que te aburriré, porque no encontrarás ningún vórtice ni ningún torbellino. Tan sólo historias de brujo común y corriente.
—Te escucharé con gusto. Pero el trance, te repito, no te perjudicaría.”

El mal menor


En esta ocasión, Geralt llega a Blaviken con el monstruo ya cazado. Pero eso no le impide compartir cerveza de nuevo con el mandamás local, tanto en privado como en los bares (donde se menciona también el lúpulo, aunque con algo de ignorancia nos tememos por parte del traductor), antes del meollo del relato:
“—Hace ya dos años, creo, que no pasabas por aquí, Geralt. ¿Eh? Eres un culo de mal asiento. ¿De dónde vienes? Ah, su puta madre, qué más da de dónde. ¡Chacho, tráenos un par de cervezas! Siéntate, Geralt, siéntate. Todo está muy liado, porque mañana es la feria. ¿Qué tal te va? ¡Cuenta!”
“En la isba, el alcalde, sin decir una palabra, agarró una jarra de cerveza y la apuró hasta las heces, sin apartarla de la boca. Suspiró pesadamente, se sonó la nariz.”
“La Puerta de Oro, el local representativo de la villa, estaba repleto y bullicioso. Los clientes, lugareños y forasteros, se ocupaban por lo general de asuntos típicos para las distintas naciones y profesiones. Serios mercaderes se peleaban con enanos por el precio de las mercancías y el porcentaje del crédito. Mercaderes menos serios pellizcaban el culo de las muchachas que repartían la cerveza y el potaje de garbanzos. Los tontos del pueblo hacían ver como que estaban muy bien informados. Las rameras trataban de gustar a los que tenían dinero pero a la vez intentaban alejar de sí a los que no lo tenían. Arrieros y pescadores bebían con tanta desmesura como si al día siguiente fuera a entrar en vigor una ley prohibiendo la fermentación del lúpulo. Los marineros cantaban canciones que celebraban las olas del mar, la valentía de los capitanes y la donosura de las sirenas, esto último con bastante pintoresquismo y abundancia de datos.
—Aguza la memoria, Setnik —dijo Caldemeyn al posadero, pasando por el mostrador para que se le oyera por encima del barullo—. Seis mozos y una muchacha, vestidos en piel negra con adornos de plata, a la moda novigrada. Los vi en los portazgos. ¿Se quedaron en tu casa o fueron a Los Atunes?
El posadero frunció el ceño mientras limpiaba una jarra de cerveza con un delantal a rayas.”

Cuestión de precio


Este cuento, uno de los más importantes para la trama que luego desarrolla la saga, comienza con Geralt siendo invitado a un banquete para el que ha de arreglarse más de lo que está acostumbrado. Pero todo es mejor con cerveza:
“—Aquí hay ropa —dijo Haxo—. Camisa, calzón, pantalones, jubón. Y aquí están las botas.
—Habéis pensado en todo, alcaide. ¿Y no podría usar mis botas?
—No. ¿Cerveza?
—Con gusto.
Se vistió despaciosamente”

En el banquete, la cerveza se bebe, se salpica y se usa para hacer indicaciones estratégicas:
“La atmósfera de la sala se avivaba a medida que corría la cerveza. El pelirrojo Crach an Craite encontró agradecidos espectadores para su relato sobre la batalla de Thwyth. A grito limpio, señalaba los movimientos tácticos en un mapa que había dibujado sobre la mesa con la ayuda de huesos de carne que chorreaban salsa.”
“Clococo, con los bigotes y el cuello del caftán manchado de espuma de cerveza, alzó la cabeza y aulló penetrantemente en una imitación muy bien conseguida de un lobo en época de celo. Los perros del patio y de los alrededores respondieron con aullidos.”
“Uno de los hermanos Strept, quizás Cargamontes, trazó con un dedo manchado de cerveza una gruesa línea junto a la formación dibujada por Crach an Craite.”

Pero cuando entra la hija de la reina a la sala, la cerveza pasa a un segundo plano:
“Crach an Craite dejó de gritar y miraba en silencio a Pavetta, olvidando incluso su jarra de cerveza. Windhalm de Attre también devoraba a la princesa con la mirada, su tez intercambiaba distintos niveles de rojo, como si sólo unos granos de arena en la clepsidra le separaran de arrastrarse por el suelo. Con sospechosa atención estudiaban también la pequeña faz de la muchacha los hermanos Strept y Clococo.”

Lo que ocurre a continuación es movido, pero preferimos dejar que lo veáis en la serie o lo leáis. ¡Sin más tened cuidado de no terminar rodando, y tened tan claras las prioridades como Clococo:
“Geralt se unió a Myszowor, ambos cayeron detrás del montículo que, contando desde abajo, formaban Comegatos de Strept, un barrilete de cerveza, Drogodar, una silla y el laúd de Drogodar.
—¡Es Fuerza pura y primigenia! —gritó el druida, por encima del barullo y el griterío—.”
“—¡Un médico! —gritó agudamente Windhalm de Attre, inclinado sobre Rainfarn.
—¡Agua! —gritó uno de los hermanos Strept, Cargamontes, apagando con su propio caftán un tapiz que estaba ardiendo—. ¡Agua, rápido!
—¡Y cerveza! —dijo roncamente Clococo.”

El próximo día que retomemos la sección continuaremos citando los textos (sacados de la edición de El Último Deseo de Alamut Ediciones, Madrid, 2018), con los relatos que nos faltan de este libro. ¡Hasta entonces esperamos que os haya picado la curiosidad y hayáis visto la serie o leído algo de los libros si aún no lo habéis hecho!

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