Todavía no habíamos reseñado ninguna de las cervezas trapenses (de estas de nueva hornada… o relativamente nueva, vamos) de la abadía de Tre Fontane, un complejo religioso de Roma en manos de los monjes cistercienses, y uno de los pocos que siguen elaborando cerveza con el sello de producto trapense (picad en el enlace y en el vídeo os contamos más sobre esa tradición).
Esta cerveza en concreto recibe su nombre de la iglesia dedica a la virgen, Santa María Scala Coeli, que a su vez coge lo de “escalera al cielo” no de Led Zepellin, sino de una visión de Bernardo de Claraval, que fue uno de los que expandió por Europa la orden del Císter, a la que pertenece esta rama de la iglesia católica.
La cerveza es como una rubia (Blonde) subida de grados, porque se queda un poco corta para una Triple con sus 6,7% vol. Pero el color es así como ambarino, profundo pero apagado, y con turbidez y restos de la refermentación en botella.
La espuma blanca que genera parece fea, con sonido crepitante y aspecto irregular, peor al final tiene una buena persistencia. Tanto los aromas como los sabores son complejos, con mucha variedad de aportes, desde el dulzor de las maltas a lo especiado de las levaduras, e incluso los cítricos de la ralladura de naranja amarga de los árboles de su claustro.
Pero tanta complejidad no acompaña de demasiado interés ni potencia, quedando un poco deslucida por el excesivo gas en boca. Acostumbrados a que las cervezas trapenses suelan ser tan rotunda, esta nos resulta un poco floja.
“Mi opinión en un Tweet:” ¿Estará ella segura de que todo lo que brilla es oro? Nota: Bien bajo.
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