Esta cerveza de la República Checa, pese a pertenecer al grupo Heineken, se define como una “Echt Böhmisch Pils”, una Bohemian Pilsner real. Real no tanto de verdadera, sino de que la marca pertenecía en el siglo XVI a Rodolfo II de Habsburgo, Archiduque de Austria, rey de Hungría y de Bohemia y Emperador del Sacro Imperio Romano Germánico. Ahí es nada.
Pero vamos, de eso y de Imperial, ya poco. Con sólo 5% ABV y 12º, es una cerveza rubia de color dorado, bonito y brillante, limpio, pero que no parece que bebiéndola vayas a poder ganar ni una sola batalla en Transilvania. Y menos gracias a su espuma blanca escasa y poco persistente.
En el aroma destaca el olor a grano y cereal. Pero luego en boca es amarga, con sabor intenso y áspero. No, es verdad que no está para entrar en combate con sólo 29 IBUs tampoco. Pero al menos da el pego y sabe a algo, pese a su cuerpo ligero.
Aun así, si te la abres para acompañar unas tostas de paté con mermelada, o de queso camembert, pues resultará todo un acierto. Medio litro que, como todo lo checo, entra muy bien y no sobran los formatos grandes (seguro que 44 cl se quedarían cortos por un trago o dos).
“Mi opinión en un Tweet:” Si hay que posicionarse con un Imperio, preferimos el Galáctico. Nota: Suficiente alto.
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