Es por eso que cuando salió la primera temporada hicimos un par de entradas recopilando las apariciones de la cerveza en el primer volumen de la saga, titulado como “El Último Deseo”. Y ahora haremos lo propio con el segundo, llamado “La Espada del Destino”. En él se encuentran varios cuentos cortos que fueron adaptados en parte también en esa primera temporada. ¡A ver qué nos depara esta!
Pero vamos ahora con nuestra siguiente selección de fragmentos y sumerjámonos en la cerveza que riega las aventuras del Brujo más famoso desde Caingorn hasta Nilfgaard.
Las fronteras de lo posible
En este primer relato, Geralt se encuentra charlando con Borch, llamado Tres Grajos, en una taberna llamada El Dragón Pensativo, cuya cocina no tiene par en todo el país, según Borch. Les acompañan sus muchachas zerrikanas, cuyos diminutivos son Tea y Vea.
El ventero limpió con un trapo la áspera mesa, se inclinó y sonrió. Le faltaban las dos paletas.
-Sííí... -Tres Grajos contempló por un instante el techo cubierto de hollín y las arañas que lo recorrían-. En primer lugar... En primer lugar, cerveza. Para no tener que venir dos veces, un barrilete entero. Y para acompañar... ¿Qué nos propones para acompañar, querido?
-¿Queso? -se arriesgó el ventero.
-No. -Borch frunció el ceño-. El queso será el postre. Con la cerveza queremos algo ácido y picante.
-Muy bien. -El ventero adoptó una sonrisa aún más amplia. Las dos paletas no eran los únicos dientes que le faltaban-. Angulas al ajillo en aceite y vinagre o pimientos verdes rellenos en escabeche.
Se ve que tienen hambre y sed, porque por lo que describe el autor se dieron un buen banquete.
Rápidamente acabaron con las angulas y un cuarto del barrilete. Tampoco las zerrikanas le hicieron ascos a la cerveza, por lo que enseguida ambas estuvieron visiblemente más contentas.
Con un crujido, los dientes comenzaron a quebrar los rojos caparazones, a extraer la blanca carne. El agua salada los salpicaba y les corría hasta las muñecas. Borch sirvió más cerveza, sacándola ya con un cucharón del fondo del barrilete. Las zerrikanas se tornaron aún más alegres; ambas miraban de acá para allá por la taberna, con una sonrisa perversa; el brujo estaba seguro de que buscaban una ocasión para la pelea.
Pero por lo visto el banquete no iba a ser (solamente) de comer y beber.
Tres Grajos guardó silencio. Geralt miró a las muchachas, a sus rostros que se habían quedado serios de pronto. Vea, inesperadamente, se inclinó hacia él, le pasó un brazo fuerte y musculoso por el cuello. Sintió en las mejillas los labios de ella, húmedos de la cerveza.
-Les gustas -dijo despacio Tres Grajos-. Que me cuelguen, les gustas a ellas.
-¿Qué hay de extraño en ello? -sonrió el brujo con tristeza.
-Nada. Pero hay que mojarlo. ¡Jefe! ¡Otro barrilete!
-No exageres. Como mucho una jarra.
-¡Dos jarras! -gritó Tres Grajos-. Tea, tengo que salir un momento.
El posadero acudió presto, limpiándose las manos en el mandil.
-¿Se encontrará por aquí una tina? ¿De esas de lavar, sólida y grande?
-¿Cómo de grande, señor?
-Para cuatro personas.
-Para... cuatro... -El ventero se quedó con la boca abierta.
-Para cuatro -confirmó Tres Grajos, sacando del bolsillo la bolsa bien llena.
-Se encontrará.
El ventero se relamió.
-Estupendo -se rió Borch-. Manda que la suban arriba, a mi estancia, y que la llenen de agua caliente. Más ánimo, querido. Y manda subir también cerveza hasta tres botijas.
Al día siguiente, su aventura continúa hasta las fronteras de Holopole, que están bloqueadas por orden del rey Nedapaz. Pero el viaje da sed y estar parados, más. Por suerte eso tiene solución, y alrededor de la cerveza se irán juntando más personajes…
-Ahora -dijo Tres Grajos-. El sol casi a tres cuartos del cenit y estoy seco de la leche. No vamos a hablar con la garganta seca. Tea, Vea, al galope, de vuelta al pueblo y comprad un barrilete.
-Me gustáis, señor...
-Borch, llamado Tres Grajos.
-Hay salvoconducto, se pasa -dijo impasible el alabardero al tiempo que se apoyaba en la pared de la caseta de guardia-. No lo hay, no se pasa. Órdenes...
-Oh -le interrumpió Tres Grajos-. Las muchachas vuelven con la cerveza.
-Os saludo, señores. Me llamo Dorregaray -se presentó el jinete mientras descabalgaba despacio y orgullosamente-. Maestro Dorregaray. Nigromante.
-Maestro Geralt. Brujo.
-Maestro Jaskier. Poeta.
-Borch, llamado Tres Grajos. Y a mis muchachas, las que están quitando el bitoque del barrilete, ya las conocéis, don Dorregaray.
-Cierto, de hecho -dijo el hechicero sin sonreír-, intercambiamos saludos, yo y las hermosas guerreras de Zerrikania.
-Bueno, entonces, ¡salud! -Jaskier repartió los vasillos de cuero que había traído Vea-. Bebed con nosotros, señor hechicero. Don Borch, ¿le damos también al decurión?
-Claro. Ven acá con nosotros, soldadillo.
-Juzgo -dijo el nigromante, después de haber bebido un pequeño y distinguido trago- que a los señores les ha traído a la barrera del puente el mismo objetivo que a mí.
-Si os referís al dragón, don Dorregaray -dijo Jaskier-, así es. Quiero pasar allá y componer una balada. Por desgracia, aquí el decurión, persona por lo visto sin modales, no me deja pasar. Exige un salvoconducto.
-Mil perdones pido. -El alabardero bebió su cerveza y chasqueó la lengua-. Me mandaron no dejar a ninguno pasar sin salvoconducto, so pena de mi pescuezo.
-No pasa nadie sin salvoconducto -se enfureció el decurión-. Maldita sea...
-No maldigas -le interrumpió Tres Grajos-. Mejor échate otro trago. Tea, sirve a este valiente soldado. Y sentémonos, señores. Beber de pie, a toda prisa y sin la solemnidad correspondiente no es propio de nobles caballeros. Se sentaron en las vigas alrededor del barrilete. El alabardero, recién ordenado caballero, enrojeció de satisfacción.
-Bebe, valiente centurión -le animó Tres Grajos.
-Decurión soy, que no centurión.
El alabardero enrojeció aún más.
-Pero llegarás a centurión, seguro. -Borch sonrió-. Eres hombre de luces; ascenderás en un suspiro.
Al final logran su objetivo y continúan el camino. En la caza del dragón están también Boholt y sus Sableros, y Yarpen Zigrin con otros enanos. Conversando con la hechicera Yennefer de lo dura que es la vida y lo cara que es la cerveza...
-Bueno, entonces vos misma veis que esto para nosotros no es negocio. Nosotros, señora, pobres guerreros somos, si el botín se nos escapa, nos veremos en los brazos del hambre. Nosotros, de acederas y armuelles nos alimentamos...
-Y fiesta es cuando alguna vez una marmota cazamos -dijo Yarpen Zigrin con voz triste.
-...y agua de la fuente bebemos. -Boholt echó un trago de la damajuana y se estremeció ligeramente-. Para nosotros, doña Yennefer, no hay salida. O el botín o helarse en invierno junto a una cerca. Y las posadas son caras.
-Y la cerveza -añadió Devastadón.
-Y las hembras de mal vivir -dijo, soñador, Cortapajas.
Esquirlas de hielo
-No pienso pedir perdón por mis, como has dicho, confráteres -contestó sereno el hechicero-. Los entiendo porque, tal como ellos, para llegar a tal conocimiento de la nigromancia, he tenido que trabajar mucho. Cuando apenas era un rapaz, cuando los chavales de mi misma edad corrían por los campos con arcos y flechas, pescaban o jugaban a pídola, yo no levantaba cabeza de los manuscritos. De los suelos de piedra de las torres se me quebraban los huesos y se me rompían las articulaciones, por supuesto en verano, porque en invierno me estallaba el esmalte de los dientes. El polvo de los viejos libros y pergaminos me hacía toser hasta que se me salían las lágrimas por los ojos, y mi maestro, el viejo Roedskilde, nunca dejaba pasar ocasión de darme en la espalda con la fusta, juzgando por lo visto que sin eso no alcanzaría suficientes progresos en el estudio. No usé de las peleas, ni de las muchachas ni de la cerveza en los mejores años, cuando tales distracciones saben mejor.
Pero las penas que afligen a ambos (las de amor) es típico intentarlas ahogar con nuestro líquido favorito. ¿Funciona? Probablemente no, pero eso no detiene a Geralt de ir a la peor taberna de Aedd Gynvael.
-¡Hey, brujo!
Geralt alzó la cabeza de la mesa sobre cuya superficie dibujaba, pensativo, fantásticos diseños con la cerveza que se había derramado.
-No es fácil encontrarte. -El estarosta Herbolth se sentó, desplazó la jarra y el cantarillo-.
En la posada han dicho que te habías mudado a las caballerizas, en las caballerizas he encontrado sólo tu caballo y tu hato. Y estabas aquí... Creo que ésta es la taberna más asquerosa de toda la ciudad. Sólo la peor maraña se reúne. ¿Qué haces aquí?
-Bebo.
-Lo veo. Quería charlar contigo. ¿Andas sobrio?
-Como un niño.
-Me alegro.
-¿Qué es lo que queréis, Herbolth? Estoy ocupado, como veis.
Geralt sonrió a la mozuela que le servía otra jarra.
Como nosotros también estamos ocupados, dejamos por hoy el repaso a la cerveza de este segundo libro de la saga de Geralt de Rivia, citando los textos (sacados de la edición de La Espada del Destino de Alamut Ediciones, Madrid, 2017) de los primeros cuentos y dejando el resto para la siguiente entrada ¡Hasta entonces os seguimos recomendando leer estos libros si aún no lo habéis hecho!
No hay comentarios:
Publicar un comentario