Hay muchas maneras de volver a casa. O bien, o las otras. Las otras incluyen el palpar paredes, el esquivar obstáculos invisibles, el andar contra el viento (o quedarse parado contra el viento)… E incluso, por supuesto, el no llegar.
Pero la verdad es que (nosotros los primeros, y más cuando éramos jóvenes) volver a casa a partir de cierta hora (bueno, más que la hora son los litros) es como una película de terror de serie B.
Caras desencajadas, ropa desordenada, pies vacilantes y arrastrados, balbuceos incomprensibles, movimientos descoordinados, secreciones líquidas inapropiadas… George A. Romero y Robert Kirkman no podrían describirlo mejor.
Pero no, amigos: No somos zombies. Sólo borrachos. Y en cuanto lleguemos a casa y durmamos se nos pasará. En el peor de los casos, nos levantaremos al tercer día, que pasados los 33 cada vez son peores las resacas…
No hay comentarios:
Publicar un comentario